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lunes, 27 de marzo de 2017

¡Joder si duele la deconstrucción! ¡Pero qué sana es!


Hay una frase hecha por ahí que dice que nunca terminamos de conocernos pero yo soy más de creer que nunca terminamos de desconocernos, sólo es necesario rascar un poco y aparecerá una nueva capa que será modificada irremediablemente al primer contacto con el exterior. Algunas capas serán más resistentes que otras, pero si nos esforzamos en abrir nuestros sentidos seguro que podremos distinguir algo que no encaja como debería en todas y cada una de ellas.
Hace unos meses reflexionaba sobre el tiempo y sobre su uso como “unidad de medida” y la verdad es que cuanto más lo pienso más me doy cuenta de la carencia de proporcionalidad entre tiempo y cambio, al menos en mi caso. Si busco el camino que me guíe hasta la Solenia de hace tres años pareciera que el viaje durara mucho más, y no digo nada si quiero acercarme a la de hace diez años.
Hace poco más de dos años y medio llegó a mis oídos, o más bien a mis ojos, por primera vez la palabra “decolonialidad” y desde entonces mi mundo no ha vuelto ser el mismo. Yo que creía que sabía lo que era ser racista, me di cuenta de que no tenía ni la más mínima idea y que todavía me quedaba (me queda) mucho, muchísimo por aprender. Pero lo que más me sorprendió/indignó fue descubrir que después de 5 años estudiando una carrera que se supone me explicaría como funcionaba el mundo (más o menos), nunca nadie me habló de lo que era la colonialidad y de sus consecuencias.
Quizás el primer punto de inflexión fue hace cinco años, cuando viajé a América Latina por primera vez, pero ahí aún no lo sabía, y no lo sabía por eso mismo, porque me faltaban recursos para entender, asimilar y encajar piezas que en ese momento se escapaban a mi comprensión y razonamiento occidental. Porque sí, soy una mujer blanca y occidental, criada en el seno de la hegemonía cultural y racial, y como tal gozo de ciertos privilegios que pueden ocultar todo un arco iris de matices.
Yo que venía de una tradición de pensamiento comunista, criada en un entorno familiar en el que la conciencia de clase trabajadora ha estado siempre muy latente, me encontré en esa situación de obsolescencia intelectual en la que todas las herramientas de pensamiento e instrumentos de análisis que había venido usando desde que recuerdo tener conciencia política comenzaron a incomodarme. A veces sin darme cuenta y otras veces teniendo que hacer un gran esfuerzo de revisión y autocrítica, comencé a liberarme de mitos y leyendas y de toda la carga simbólica y nostálgica que conllevaban. Ahora sé que ese proceso nunca termina. En gran medida, estoy esperando con ansias el viaje a Cuba porque sé que todavía queda algo (no sé si mucho o poco) de esos relatos de mi imaginario ideológico, relatos construidos a base de tertulias familiares, de leer discursos del Che y escuchar trova. No es que yo pretenda renegar de todo lo que eso supone, lo que quiero es deconstruirlo, des-esencializarlo y mirarlo con mis nuevas lentes caleidoscópicas.
No obstante, quizás el último año ha sido el más duro de todo este proceso, pues tuve que extirpar algún que otro apéndice que me puso al borde de una peritonitis emocional aguda. A ese último bofetón sin manos le estaré eternamente agradecida, porque ahí, con todas las heridas abiertas, (algunas casi tan viejas como yo y otras mas recientes) con todas mis contradicciones encima de la mesa, ahí por fin comencé a reconciliarme conmigo misma. Así que donde algunxs veis a una feminazi radical yo veo a una mujer más libre, más consciente de sí misma y en definitiva más feliz. Porque sí, deconstruirse es doloroso y molesto, pero libera una barbaridad y no es que yo haya sido indiferente a la desigualdad de género todos estos años, pero mentiría si dijera que la entendía y la concebía del mismo modo que ahora, por lo tanto, es un placer esto de desconocerse y descubrirse cuando te rodeas de mujeres maravillosas que te ayudan a convivir con tus contradicciones, a desprenderte de culpas impuestas y que  te hacen ver que no estás sola, ni mucho menos loca ;)

A seguir rascando capas!




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