La leyenda del 4 de diciembre

Mucho ha llovido desde aquel 4 de diciembre de 1977 en el que casi dos millones de andaluces se echaron a las calles para reclamar sus derechos como pueblo. No era moco de pavo una manifestación de esta índole en la España post-franquista, tanto así que el malagueño de 19 años Jose María García Caparrós pagó con su vida la "osadía" de intentar colgar la bandera blanca y verde en el edificio de la Diputación Provincial de Málaga. 

Es por esto que no puedo parar de preguntarme una y otra vez qué es lo que nos ha pasado a los andaluces. ¿En qué momento hemos empezado a perder nuestra conciencia de pueblo? No es un sentimiento nacionalista lo que aquí estoy defendiendo, sino el reclamo de una conciencia de pueblo frente a una élite parasitaria que nos ha chupado la sangre por décadas. 

¿Es que acaso somos un pueblo sin amor propio? ¿Nos han machacado tanto que han anulado nuestra voluntad colectiva? ¿Hemos terminado por creernos eso de "tierra de borregos y vagos"? 

No alcanzo a comprender cómo mi pueblo, que nunca ha tenido reparos para colgarse el hatillo al hombro y emigrar para buscar una vida mejor, sigue rebajándose y votando a esta chusma trajeada que lo único que ha hecho ha sido darnos sus migajas y comprar a sus votantes con miedo y prebendas.  No me resigno a la idea de que mi gente no sólo siga votando a un partido corrupto por los 4 costados, sino que además ahora vote a la derecha más extrema, adalid  de todos esos terratenientes que nos han tratado como mulas de trabajo y que siguen poseyendo nuestra mayor riqueza, la tierra.

Me resisto a pensar que el ANDALUCES LEVANTAOS que entonó Blas Infante hace más de 80 años haya quedado para la mera decoración de nuestros libros de historia. 

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